UN LUGAR SEGURO
- astrid724
- 27 jun 2022
- 2 Min. de lectura
Hoy quiero contarles sobre dos mujeres maravillosas que, sin saberlo, comparten un mismo secreto.
La primera mujer, viene de varias generaciones de creyentes fervorosos de Norte América*. Ella, ha dedicado su vida a servir a Dios y al prójimo. Desde niña quiso ser misionera y Dios se lo concedió. Ella, ha desgastado su vida sembrando la Palabra de Dios en el corazón de todo el que sale a su encuentro, y ha servido a cientos de personas lejos de su país.
La segunda mujer, tiene una historia de vida muy distinta**. Ella nació en la zona rural de un país Centroamericano. Su historia se ha entretejido con hilos de insondable dolor y de intensas alegrías. Con no pocos errores a su haber, no fue sino hasta sus 50 años que inició una relación profunda y genuina con Dios. Desde entonces, a tiempo y a destiempo, ha compartido su fe con toda persona que cruza por su camino, y ha sido un ejemplo para todo el que la conoce.
Ambas han vivido más de ocho décadas; y sus rostros gozosos, reflejan con gracia el pasar de los años. Mas allá de sus canas, más allá de su historia, lo que sobresale al verlas es su fortaleza. Como un barco, cuya proa evidencia las muchas tempestades, ellas han navegado por la vida enfrentando las tormentas con una entereza envidiable.
Ante tal evidencia de fe puesta a prueba, decidí preguntar a cada una cuál era el secreto de su fortaleza. Para mi asombro, ambas, sin saberlo, me dieron exactamente la misma respuesta. Una me respondió: “me siento segura en el amor de Dios”. La otra me dijo: “estoy totalmente convencida de que Dios me ama”.
El secreto de su fortaleza es la total certeza del amor de Dios hacia ellas. Creo que acá hay una lección digna de ser atesorada. El amor de Dios es, sin duda, un lugar seguro.
Quizá, nuestros tensos músculos podrían relajarse un poco, si nos sumergiéramos más a menudo, en la certeza de que somos profundamente amados. Si quitáramos la vista de nuestros aciertos y desaciertos, y viéramos con más atención todo lo que Dios ha hecho por nosotros, nos sentiríamos más seguros. Si acalláramos las voces que nos venden un futuro pesimista y sombrío, podríamos oír la voz de nuestro Señor diciéndonos: “Yo te amo con amor eterno”. Jeremías 31:3 RVC
Qué mejor medicina para nuestros corazones cansados, que creer en Su Palabra y reposar en la certeza de que:
“…nada podrá jamás separarnos del amor de Dios.
Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios,
ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana.
Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios.
Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho,
nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios,
que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor”.
Romanos 8:38-39 NTV
© Astrid Gale
* Su historia se registra en el libro: “Y Decían: "¡Son Demasiado Jóvenes!", por Sonja Gale.
**Su biografía se registra en el libro: “La travesía de Dora. Caminante incansable”, por Astrid Gale
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