EL MEJOR GUÍA

La toma de decisiones por lo general no es un proceso sencillo. Si le echamos un vistazo a nuestro pasado, nos encontraremos con que en ciertas ocasiones tomamos decisiones acertadas, y en otras, fue un total fiasco. De alguna manera las decisiones terminan siendo como semillas misteriosas, primero se “siembran” y hasta después sabremos qué tipo de fruto dieron.

Las personas de confianza, a quienes acudimos de vez en cuando para pedir su opinión y guía, tienen una enorme influencia sobre nuestras decisiones. Sin embargo, aunque tengamos excelentes amigos y consejeros, nada se compara con la guía divina. Puede que a veces se nos dificulte discernir la respuesta de Dios a nuestras peticiones, aún así, podemos estar seguros de que su guía está garantizada.

Hace unos días me senté al pie de mi cama para pedirle a Dios su guía. Me sentía abrumada por la prontitud con la que debía decidir, así que calladamente y casi susurrando, le pedí al Señor de todo corazón su guía. De pronto, llegó a mi mente la imagen de una serie de televisión vimos recientemente sobre la musaraña etrusca, un mamífero más pequeño que un corcho. La musaraña es casi ciega y cuando acaba con los alimentos de una zona, reúne a su familia y la traslada a otra. Por ser tan cegatonas, sus crías se agarran de su cola y forman una caravana detrás suyo, cada uno agarrado de la cola del otro. La musaraña, ayudada por su olfato y sus increíbles oídos, a pesar de no ver bien, encuentra siempre un lugar seguro para sus crías. Al recordar esto, sonreí, pues llegué a la conclusión de que, si un diminuto animal que es casi ciego es capaz de guiar a sus crías, ¿cuánto más nuestro Padre Celestial podrá guiarnos a nosotros, sus hijos amados?

Desde su trono de amor y en su omnisciencia, Él tiene un mejor panorama que nosotros, y nos ha ofrecido su guía eterna.

El Señor dice: «Mis ojos están puestos en ti.

Yo te daré instrucciones, te daré consejos,

te enseñaré el camino que debes seguir.

Salmo 32:8

Estas hermosas promesas deberían de motivarnos a conversar más frecuentemente con nuestro Dios, y descansar en la certeza de que sí podremos distinguir su voz y reconocer su guía. Jesús mismo nos afirma esto:

Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen.

Juan 10:27-28

Los tiempos actuales, por turbulentos que sean, no sacudirán nuestra fe, ya que el que nos sostiene es fiel y verdadero. No permitamos que caiga sobre nosotros un velo de confusión, más bien presentémonos ante el “banco del cielo” para hacer efectivas las promesas de Dios, de forma que recibamos la guía que nuestro Padre Celestial nos ha ofrecido:

El Señor te guiará siempre.

Isaías 58:11

© Astrid Gale